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En su asfalto se han escrito subidas antológicas, se han derramado muchas gotas de sudor, se han roto cadenas y cambios y se han vivido momentos que miles de deportistas populares y profesionales no olvidarán.

Sin duda, hay mucho misticismo alrededor de esta temible subida, pero si algo no miente son los datos. La subida clásica tiene 1,3 km de longitud y un desnivel de 200 metros, con una pendiente media del 14,5% y una máxima del 28%.

Una auténtica pared que los participantes del Zarauzko Triatloia afrontan año tras año, muchos de ellos con un sentimiento enfrentado: con ganas de subirlo, pero que pase rápido. Y es que no es solo una rampa sino tres repechos durísimos que exigen dar el máximo.

Curiosamente, por diferentes motivos ha habido algunas ediciones donde no se ha subido. Y los participantes siempre han pedido volverlo a incluir en el recorrido.

“De las pocas subidas donde ves a ciclistas élite con dificultades para seguir adelante. Yo cuando lo hice entrenando tuve verdaderos apuros” explica todo un ex ciclista profesional como Egoi Martínez, habitual del Tour de Francia y La Vuelta a España.

Un reto de otra dimensión

La dificultad del Muro de Aia no solo reside en sus pendientes, que permiten ver a los deportistas que las suben retorcerse sobre sus bicis. Llevar un buen desarrollo es fundamental para llegar con éxito a lo más alto, así como gozar de buen tiempo. Y es que, en caso de lluvia, el asfalto resbala y dificulta mucho la subida. De hecho, ponerse de pie resulta realmente complicado.

Un asfalto repleto de pintadas, especialmente en la entrada al muro, donde los valientes se enfrentan a los primeros desniveles.

“Me sentía que volaba y que los km pasaban rapidísimos. Hasta que en el km 65, el Muro de Aia, me devolvió a la realidad. ¿Cómo pueden hacer carreteras con tanta pendiente? Pero… ¡Si esto no lo sube nadie!”. Así relataba sus sensaciones la segunda clasificada del Zarauzko Triatloia 2016, Judith Corachán, en su página web.

Sin medias tintas. Sin titubeos. El Muro de Aia traslada a sus valientes a lo más puro del deporte, a lo más tradicional de Euskadi. Porque si el Muro de Aia no existiera, tendría que inventarse.

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